Conocido protagonista de la música popular folclórica de La Rioja, no es difícil encontrar a Rodolfo “Tubo” Moya sobre los escenarios de aquí y de allá aportando voz y pericia percusiva junto a artistas veteranos y nuevos por igual. A pesar de todas estas colaboraciones, es relativamente extraño verlo al “Tubo” dueño de una peña, con una noche solamente a su nombre. De ahí lo espacial de su presentación el sábado pasado en el Patio de Cultura.
“Me fueron a buscar desde la Secretaría de Cultura para ofrecerme participar de la serie de eventos que organizan en ese espacio, donde yo ya había compartido música con otros artistas”, nos explica Moya. Su razón para volver a presentarse no es menor: se vecina un disco propio, el segundo de este artista y uno donde por fin serán sus amigos quienes le devuelvan la generosidad.
De hecho, finalizar este disco se ha vuelto tan importante en su vida que Moya dejó de lado su segunda pasión: la construcción de bombos legüeros, oficio en el que se ha convertido en verdadero maestro, famosos por sus trabajos de calidad meticulosa y al detalle. Es justamente ese reparo en la calidad de sus bombos, sumado al hecho de que le gusta trabajar tranquilo, que han hecho que el Tubo decida suspender una cosa para encarar otra.
- ¿Cómo convive en estos días el artesano y el artista?
Bueno, debido a la demanda y para no comprometerme al vicio, decidí tener toda la cabeza puesta en el disco por el tema del armado, de los arreglos, de la gente que voy a invitar. Este será un disco con muchos invitados: gente de acá, de otro lado, gente que vive afuera, en el exterior; así que tuve que dejar de lado el taller. No es fácil, porque hacer un disco requiere estar todo el tiempo pensando en eso. Hacer un bombo tampoco es una cuestión sencilla: no es cuestión de cavar la madera nada más, hay que sentarse horas, días y muchas veces meses.
El Tubo ha hecho su nombre como un gran bombisto, colaborando con artistas de todas las edades. Esa generosidad él la profesa especialmente con los artistas que vienen apareciendo, por eso no es de extrañar que junto a su espectáculo del sábado se hayan presentado junto a él jóvenes como Carlos Paredes, Matías Ortíz Sosa, Challay Huasi (de los hermanos Oyola) y Nahuel Minué.
Para Moya esto es una muestra del semillero que es La Rioja y sus instituciones el Centro Polivalente de Arte y los profesores. Sin embargo el tiene una mirada crítica sobre la forma en que las nuevas camadas se aproximan al arte.
- ¿Para vos que es lo que cambia en estas nuevas generaciones?
Los otros días conversábamos de eso con Carlitos (Paredes): el joven por ahí, quizás lee menos a los grandes poetas de antes, grandes referentes, algunos vivos y otros no pero que para mi generación están siempre presentes. Ahora los pibes buscan, no sé si apurar, pero al menos se nota un avasallamiento frente a lo taquillero, lo mediático.
- ¿De dónde pensás que sacan lo poético entonces?
Pienso que en cuanto a lo musical eso es innato, ya viene de adentro. Después viene lo literario y lo poético que uno lee de los grandes maestros, pero ya uno debe tener una venita musical adentro. Leer le permite a uno descubrirse a sí mismo, formar el propio estilo. Eso es lo que yo noto que falta en estas generaciones. Hay modismos, cosas que los chicos toman de los artistas que están en el pedestal.
La otra vez fuimos Rio Cuarto, al Mercado Artesanal a cantar. Y ahí nos dimos cuenta que este tipo de folclore que hacemos, como que se va apagando.
- Se han vuelto la vieja escuela…
Exactamente. Uno entra a las peñas y se escucha chacareras por todas partes; está bien, los santiagueños han sembrado eso muy bien, pero también hay otras cosas. No pierdas tiempo cantando algo como Zamba del Cercador porque a la gente le entra por el oído y le sale por otro. Pero bueno, yo creo que uno también va a morir en la suya…
- ¿Quiénes son para vos esos poetas del folclore? ¿Quiénes son o han sido tus referentes?
Bueno, sin dudas Atahualpa Yupanqui, José Oyola, Ramón Navarro, Pancho Cabral; el autor de Verde Romero, Zamba del Silencio: Esteban Tobías Velardez, Hamlet Lima Quintana, Ariel Petrocelli. Ahora hay un poeta buenísimo, Salteño que vive en Córdoba, Hugo Rivella, quien es el creador del Encuentro de Poetas de Cosquín (un evento hecho a pulmón, con mucho esfuerzo).
- Y de los artistas jóvenes ¿A quiénes ves con futuro?
Los chicos Oyola, grandes como músicos y también como personas, algo que es fundamental en este medio del cual vivimos. Otros chicos también buenísimos son Juan Arabel, Matí Ortiz Sosa, Fede Lucero; muchos pibes que por ahí yo no conozco y se me presentan solos como el caso de Nahuel Minué. Me parece muy bueno esto de que quieran conocer, quieran tocar.
- Contame un poco del nuevo disco “En esta Rueda Cantando” ¿Cómo nace? ¿Cuánto hace que venís trabajando en él?
Hace mucho. Yo grabé mi primer CD en lo de Ramón Navarro (h) y este segundo también va a ser ahí. La trama viene desde hace muchos años, pero tuve que suspenderlo para dedicarme al taller de instrumentos que venía ‘a full’, e incluso gané un premio en Cosquín. A mí no me gusta fallarle a la gente, especialmente a los músicos –yo solo hago instrumentos para músicos-, así que le dedico mucho tiempo a los detalles
- ¿Qué buscaste reflejar en el disco?
La búsqueda de siempre mía, pero por supuesto con más maduración en todos los aspectos: desde las voces a los toques, el armado, el repertorio. Y por supuesto sin escaparme de mi línea.
Me gusta reflejar cosas muy buenas que me han pasado en estos años. Por ejemplo la vez que gané el primer premio del CFI con la Zamba de Don Rosa Toledo, tema que habíamos arreglado junto a Matías Ortiz Sosa y Ramón Navarro (h). Yo no lo sabía, pero en el jurado estaba el director de la orquesta sinfónica del Teatro Colón y ahora están por tocarla con la sinfónica.
- Hubo una época, no muy lejana, donde muchos artistas riojanos se radicaron en Buenos Aires y hoy están de vuelta ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Cómo los recibían allá?
Bien, bien. Lo que pasa es que es difícil, depende del objetivo que te hayas propuesto. En mi caso fue ir a perfeccionar mis técnicas vocales, mis técnicas de toque, como pararse en el escenario; todas técnicas que me ayudaron ahora que estoy solo.
La tierra tira, uno siempre está añorando el patio, el verde. Muchos de estos chicos que se volvieron se cansaron del cemento, ese monstruo que te lleva y te lleva y te lleva. Por eso Nicolás Bustos se fue a vivir a Anillaco, por ejemplo.