A propósito del dos de abril y el homenaje a los veteranos de Malvinas, Sofía Bracamonte recorre los túneles de Los Pichiciegos, una de las mejores novelas sobre el conflicto, escrita por el viejo Fogwill entre mitos y verdades y sin haber él puesto un pie en el archipiélago. Una historia que no se pone el lado de nadie, más que de los soldados que pelearon y murieron. Una ficción, pero más realista que las versiones “oficiales”.

 

Escribe: Sofía Bracamonte

Soldadosargentinos3“Los Pichiciegos” es una novela escrita en 1982 y publicada en el año 1983 originalmente como “Los pichy cyegos- Visiones de una batalla subterránea” por el escritor argentino Rodolfo Fogwill, o simplemente Fogwill como él mismo decidió nombrarse.

Es imposible soslayar el contexto histórico en el cual la historia transcurre y en el cual, además, se escribió. Estamos en el declive de la Dictadura cívico- militar más sangrienta de la historia argentina, y el general Galtieri ordena recuperar las Islas Malvinas, iniciando una guerra brevísima pero sangrienta con Gran Bretaña, su detentador ilegítimo, en teoría.

El pichiciego es un bicho que vive debajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura –un caparazón- y no ve. Anda de noche. Vos lo agarrás, lo das vuelta, y nunca sabe enderezarse, se queda pataleando panza arriba…”; esa es la explicación del nombre de un grupo de soldados que desarrolla a la par de Malvinas, una guerra paralela, una guerra por ocultarse y sobrevivir a toda costa al final del conflicto bélico. Los pichis aguantan, guardan y resisten. Se esconden en una construcción subterránea que diseñaron en plena batalla, para escaparse. Se “avivaron” que los boludos no iban a sobrevivir y que ellos no eran boludos. Entonces se fueron.

Nadie sabe si existen o no. Entre las tropas argentinas se habla de que los pichiciegos están redondos de gordos, y calentitos. Otros piensan que están muertos, otros creen en las leyendas que se hicieron sobre ellos. Se volvieron una suerte de fantasmas. Salvo para los que intercambian con ellos, comida e información. Sean argentinos o ingleses, a ellos no les importa. Se cagan en todo porque lo único que quieren es vivir.Los narradores no son patriotas, el conflicto bélico no tiene casi protagonismo en éstas páginas. Son más bien unos escapistas, que lo único que ponderan es su instinto de autopreservación.

En la novela vemos lo poco que sabían los soldados de por qué estaban ahí y qué era lo que realmente estaba pasando en el país y en el mundo. Los jóvenes hablan de los “vuelos de la muerte”, de política. Pero también cuentan lo que dejaron atrás, la familia, el taller, los viejos, los chistes y las anécdotas. Cada uno con su idiosincrasia propia de la provincia de la que vienen. El peligro saca en ellos lo mejor y lo peor. Los talentos y las habilidades que servían para sobrevivir el horror; y los que no, se enfriaban.

laikaPorque también el lenguaje es otro. El lenguaje de los pichis está lleno de palabras nuevas que aprendieron en la guerra o que se inventaron para nombrar su mundo. También las jerarquías y la cadena de mando se modifican radicalmente. Los Reyes Magos son los que mandan y los demás obedecen, y si no obedecen afuera a morirse de frío. O peor, volver a ser fusilados por desertores por los argentinos, o ser prisioneros de los ingleses. No hay muchas opciones.

El libro refleja mucho del carácter de su creador. Fogwill no iba a mandar a sus soldados a inmolarse por un borracho detrás de un escritorio, Fogwill no se hubiera suicidado por un ideal que no compartía o no conocía. Por eso, los pichiciegos triunfan elevándose por encima del conflicto y resaltando la más pura condición humana. Las inquietudes, los deseos, las necesidades más básicas del hombre ponen de relieve lo ínfimo de las construcciones sociales que llamamos “patria”, “ejército”, “guerra”.

dsc0224Sobre la redacción de “Los Pichiciegos” rondan mitos y leyendas en parte propiciadas y hasta agrandadas por el autor. Que la escribió en tres noches sin dormir pasado de cocaína, que si fueron 12 gr, 70 o 100, nunca lo sabremos. Sin embargo podemos afirmar sin sonrojarnos que es uno de los mejores libros escritos en la literatura argentina, y uno de los más anti bélicos sin haber sido ésta su intención inicial.

Desde las páginas de una historia ficcional, Fogwill alcanzó un realismo cruel por momentos, pero mucho más acertado que la ficción que se escribía desde los diarios y los medios masivos argentinos.  Parece increíble pero hubo gente que no sabía nada realmente de Malvinas. Hubo gente que vivía, comía, trabajaba, mientras en Malvinas morían chicos. ¿Increíble? Había gente que sólo consumía el discurso televisivo del “vamos ganando”, y miraban y repetían, miraban y repetían. Fogwill dice que vio a su madre regodearse con el veneno mediático y ese fue el punto de partida de ésta novela; él mismo afirma que escribió la primera línea esa noche: “Mamá hundió un barco hoy”; quizá como una forma de decir sin decirlo que todos somos responsables de la masacre inútil, por festejarla o por no haber podido hacer nada por evitarla. Una tragedia inútil, sin ningún heroísmo, ni moraleja posible, porque no hay ninguna entidad superior en cuyo beneficio se justifique matar toda una generación de jóvenes. Quizás sea esto lo que buscó Fogwill con “Los Pichiciegos”, o no, quizás sólo quería entenderse a sí mismo, y al hombre en general, y por qué hacemos lo que hacemos cuando es irracional el mundo que nos rodea.-