El periodista y realizador audiovisual, Alvaro Vildoza, presentó el pasado 9 de julio una pequeña joya documental: Partituras Contra el Tiempo un retrato de dos maestros de música, trabajando juntos para rescatar del olvido un pedazo de cultura riojana.
“Partituras contra el tiempo” es muchas cosas, pero esencialmente, es la historia de un dialogo entre personas que se hablan con y desde la música. Lo que se dice en este dialogo es profundo, intenso, atraviesa las vidas de sus interlocutores pero también a muchas generaciones más; y sin embargo en la pantalla se ve suave como una briza, marcada por gestos, murmullos y miradas. La pantalla también miente cuando muestra en la escena a solo dos hombres: Jorge Salica, el joven maestreo y Agustín Lucero, el viejo, porque olvida al director, Álvaro Vildoza. Él también dialoga y es atravesado por la historia.
El corto documental que nos ocupa es una realización del jovencísimo Vildoza, tesista de la Carrera de Comunicación de La Plata, quien con notable sensibilidad busca rescatar el trabajo de su amigo Salica para rescatar el trabajo de Lucero -valga esa redundancia-, un anciano maestro rural que dedicó su vida a itinerar por las profundidades de La Rioja, haciéndose parte de las comunidades donde enseñaba y devolviendo las historias que le regalaban durante incontables almuerzos y cenas en forma de canciones. Así es, Lucero asimilaba las historias de la gente y la convertía en arte, a su manera, como podía.
La música de lucero guarda, como una cajita de alhajas, la voz irrepetible de personas que ya no existen, cuyos nombres se perdieron hace mucho. Para eso es el esfuerzo, el objetivo final de este dialogo que “Partituras…” retrata en su último día, en un patio florido en medio de Talamuyuna. Evitar que ese alhajero se pierda para siempre.
¿Cómo llegaste a la historia de Agustín Lucero?
Un día estaba buscando historias para “Transeúntes” –el portal web que Vildoza y su pareja, Bárbara Dibene, dirigen desde La Plata- y me había enganchado en una red de videoperiodistas que se llama Story Hunter, al que para entrar había que mandar un pitch con una propuesta de temática puntual. Yo buscaba alguna historia que pudiera interesar a todo el mundo (hay muchas historias de guerra, mucho social y alguna curiosidad como la caída de la venta de tortillas en México). Entonces chateando con un amigo mío, Jorge Salica, me cuenta estaba trabajando desde hacía unos años con un viejito, padre de unas coreutas de él, transcribiendo sus canciones. Él es un maestro rural y mis abuelos paternos fueron maestros rurales y mi abuelo materno director de escuela y a mí eso me atrajo inmediatamente: la figura de un maestro itinerante que tiene que viajar kilómetros para ir a su lugar de trabajo.
¿Dónde vivía y donde enseñaba?
Él vive en La rioja pero nació en Talamuyuna y de ahí se fue a Olta, a Famatina, estuvo en varios lugares durante pocos años. En todos esos lugares él fue conociendo gente y era invitado por esa gente a almorzar, a cenar. Los maestros eran parte importantísima de esas comunidades y la gente le contaba historias ¿y que hacía él? componía canciones, entonces la riqueza de sus canciones está que tiene recorrido muchos kilómetros y lleva encima mucha historia, mucha tradición. Don Lucero solía hacer –ya no, ahora está enfermo- el carnaval de antaño en Talamuyuna, que le habían enseñado los viejos.
¿Cuál es el valor entonces de este documental?
Que estas cosas perduren. Cuando los viejitos se mueren, todas esas historias que llevan dentro, si no hubo alguien que las registró, se mueren con ello. Eso es algo que lamentablemente pasa mucho, sobre todo en la música porque hay muchos compositores que no han podido dejar registro de sus obras. En este caso era porque Don Lucero no sabía escribir partituras, o sabía pero le costaban algunas cosas armónicas. Entonces Jorge (Salica) se juntaba con él para transcribir estas canciones, que son preciosas, y que algunas hasta han sido grabadas por otros artistas. ¿Qué hubiera pasado si no había ningún Jorge?
¿Cómo fueron registrando sus obras?
Él es guitarrista y entonces iba tocando en la guitarra porque ya tiene problemas para cantar – si bien no es tan grande con 75 años, está enfermo con una diabetes muy grave – mientras Jorge, primero en papel y después directamente en la notebook, fue transcribiendo y armando 50 canciones.
Y lo que vos mostrás en este corto es un día de ese trabajo…
Si, él último día. Después de cuatro años, él y Jorge van al campo de donde es don Agustín, que además tiene su propia historia: mucha gente se está yendo de ahí para irse a la ciudad y ese campo queda poblado solo por los más grandes y también se va perdiendo. Realmente el nombre de Partituras Contra el Tiempo tiene ese sentido: contra el tiempo de él que se agota también porque estuvo muy enfermo; contra el tiempo de la historia, porque si no se resguarda se pierde, así de simple.
¿Cuál es el presente de esas partituras? ¿Qué pasará con ellas?
Ahora se está terminando un libro de canciones que va a incluir las partituras y también las tablaturas, para los que no saben leer música de esa manera. En el documental también participan los chicos de un curso del Centro Polivalente de Arte que dicta Hulda Estrabou. Hulda está muy relacionada con una investigadora en etnomusicología llamada Isabel Aretz que hizo un rescate gigantesco en La Rioja y recorrió el interior en los años 60´s grabando las canciones populares y anónimas para sus tesis de doctorado. Aretz armó un libro gigante con la transcripción de esas canciones y Hulda lo da en el Polivalente: los chicos hacen una instrumentación sobre una de esas melodías, de modo que chicos de 15 y 16 años ya están haciendo música sobre la base de sus orígenes. Le comenté el proyecto a Hulda, a ella le encantó y me propuso llevar canciones de Agustín para que sus alumnos estudien en ese curso. Es toda una cadena de sucesos que logra de que algo no se pierda.
Contame un poco sobre la participación de los otros artistas en el documental…
Bueno, Belén Perea es una cantora de acá de La Rioja que forma parta del grupo La Pacota que dirige “Monchi” Navarro. Ella es profesora de música y fue compañera mía de coro. Tiene una voz hermosa y cuando surgió todo esto yo sabía que Belén tenía que cantar. Creo que lo más lindo del documental es eso: la música original de la película, es lo más lindo, lo más logrado.
¿Y cuál es tu relación con la música?
Mi relación con la música nace a los ocho años cuando entro al coro de niños de la municipalidad. Con ese coro viajamos a un montón de lugares, entre ellos a España en el 2004; sigue con el coro de jóvenes de Viviana Bognar; Continua hoy con mi coro en La Plata. Mi relación con la música es de amistad, porque todos mis amigos son músicos y los que no lo son en algún momento fueron influenciados por ella.
Bueno pero ser miembro de coros ¿no te hace de alguna manera un músico?
Te vuelve amante de la música, esos sí. Te abre la cabeza y la gente que integra esos grupos es fantástica. Yo no te leo una partitura bien (risas); te la sigo más o menos pero realmente lo que rescato de la música es la gente. Yo tengo la suerte de ser amigo de Hulda, de Jorge, de Andrea Aventuroso, de gente talentosísima con la que voy a comer una pizza y de repente sacan una guitarra y se ponen a tocar. Eso es maravilloso.