Es uno de los actores argentinos que más rodó en los últimos años intercalando cine con tiras para prime time. Ahora se luce en la película “El cuaderno de Tomy” que se estrena por Netflix y escribe su primer largometraje y siempre es materia dispuesta para volver a girar con el teatro independiente.

Las modas, las redes y los flashes no lo cautivan y menos, lo marean. Es un actor que empieza a ser fetiche para algunos/as directores/as porque resuelve una necesidad imperiosa de cualquier guion: la de interpretar a un tipo común. Lamothe puede ser ese hombre de barrio que te podés cruzar por la calle, uno de tus familiares que hace ratazo que no ves o incluso uno de tus mejores amigos. De algún modo, también puede ser vos y acompañando su edad ahora también puede ser un padre corriente. Lo más simplista es decir que Lamothe somos todos. Es que el actor encarna a ese argentino con naturalidad, sin forzarlo, lo tiene incorporado y lo ilustra a sus personajes según la obra que interpreta.

Esteban es un tipo al que no lo amedrentaron los tropiezos ni la adaptación a la gran ciudad, quiso ser un buen estudiante (lo terminó siendo pero de la pantalla grande) pero la cosa venía por otro lado -doy Fe que el CBC (Ciclo básico Común) de la UBA no es para todos- y después encaró lo actuación como todo lo que ha emprendido, con disciplina, sistematicidad y notable fuerza de voluntad. Posee además el humor de la esquina con los pibes, el de la infancia jugando en la calle y los códigos aprehendidos en esos años vitales.

En “El cuaderno de Tomy” interpreta a Fede, el marido de María Vázquez, la protagonista cuya historia inspiró a la película. Lamothe -junto al director Carlos Sorín- se reunieron en más de una ocasión con el esposo que, con su compañera luchadora, lograron transmitir una mirada diferente de enfrentar una situación límite. Esa naturalidad se percibe en su nuevo trabajo.

¿Cómo fue el proceso previo?

Me había juntado en dos ocasiones con Carlos (Sorín, el director) o había hablado por teléfono una vez por una película y después me junté por otra pero hace años. Y cuando llegó el guion pensé ya está. Viste cuando te juntas a veces con un director y después no prospera. Y la verdad es que me dio una alegría. Imagínate poder filmar con Carlos, que lo admiro. Me parece un director descomunal. Con Valeria, bueno, y con todo el elenco de la película. Cuando me dijo todos los que actuaban y que la protagonista era Valeria era todo que sí…sí, sí. ¿A dónde voy? ¿A qué hora? ¿Cuándo?

¿Pensaste desde el vamos que podía contarse de esta manera tan particular?

Pensaba mucho en eso cuando Carlos me contó cómo quería filmar la película. Me encantó la manera estéticamente en la que la quería filmar y después fue un proceso muy, ¿cómo decirlo? como que a mí me sirvió mucho, por ejemplo, conocerlo a Sebastián Corona, al verdadero. Yo A la historia no la conocía. La conocí cuando me convocó Carlos para el proyecto. No sabía el caso de María Vázquez y su historia. Y después fue eso. Trabajar mucho ahí en el set. Había un ambiente, un clima súper emocional. Estábamos filmando en el Hospital Balestrini, en La Matanza, en Aldo Bonzi. Pero también había el humor. Estaba un poco el espíritu de ellos, de María y de Sebastián, que eran gente que ante esa situación en vez de huir del miedo lo enfrentaron. La película está basada en la vida de ellos, no es que nosotros hacemos de ellos, pero ahí está el espíritu que está bueno. Eso hace que la película nunca cae en un golpe bajo.

¿No caer en la tentación del efectista golpe bajo es uno de los grandes méritos?

Es impresionante. No se puede creer, es como la pelea de Horacio Acavallo al que nunca le podían pegar, el intocable. Es como que Sorín esquiva todas. Porque esa película podría caer perfectamente en el golpe bajo, no es una película que te deja devastado y sin esperanza. Sin embargo, es una película que pretende mirar a la muerte de otra manera. No de una manera solemne, triste y abrumadora, sino que también se puede enfrentar y elegir la manera de morir, ¿No?

¿Cómo laburaste el papel para ser una segunda guitara clave y sin caer en la sobreactuación?

Confié mucho en Carlos. Me sirvió mucho juntarme con él con Sebastián, con el verdadero, no por imitarlo a él ni nada. También he tenido varias muertes de cáncer alrededor a lo largo de la vida y hace poco se murió el padrino de mi hijo. Estuvo enfermo mucho tiempo, se murió en la cuarentena. Un chico joven de 45 años, o sea, esa sensación de estar en los hospitales, de acompañar a alguien, que son momentos re trágicos, re solemnes, pero también son momentos donde hay una ausencia de ego total. Porque estás brindando tu vida y tu alegría y se arma algo. La propia María Vázquez se iluminó un poco ante la muerte y el personaje “Fede” es un chabón que también está haciendo muchos trámites. Hay algo ahí en la burocracia, en el ir y venir y permanente. Nunca se quiebra el personaje. Eso hablábamos mucho con Carlos. O sea, no tiene tiempo de quebrarse. No tiene tiempo de llorar. Y eso lo vuelve muy humano, porque me parece que es un poco lo que pasa de verdad.

Hay mucho de esa verdad que decís en cada escena…

Sí, y después me apoyé mucho en Carlos, en Valeria. ¿Viste cuando te toca jugar así? Toda la vida me gustó el fútbol y te llaman para jugar en el Barcelona y jugás con Messi. No porque alguna vez haya canchereado al actuar ni nada, porque jamás lo hice y odio que alguien lo haga; pero esta era una película que teníamos que estar ahí todos como muy atentos. Como jugar la final de la Champions, no podés distraerte. Estábamos todos muy contentos. Viste que tampoco pasa tanto, tanto de eso. Todos queríamos hacer esa película porque nos gustaba. Nos gustaba la historia. Todos queríamos contar esa historia. Entonces estábamos re cebados, estábamos contentos.

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