A mediados de enero de 1817, el General San Martín se preparaba para ejecutar su plan más brillante y que marcaría su leyenda. Fracasados los intentos del Ejercito del Norte de atacar el corazón realista en Perú desde Bolivia, la situación se había empantanado cuando San Martín propuso una ruta alternativa, poco viable y práctica pero justamente por ello inesperada: atacar y liberar Chile y solo recién entonces proceder hacia Perú por mar.
Tras meses de preparación con epicentro en Mendoza, finalmente a comienzos de 1817 estaba todo listo para la gesta. Las dos principales rutas fueron por Uspallata en Mendoza –a cargo del general Las Heras– y por Los Patos en San Juan, encabezada por San Martín. Y hubo cuatro cruces auxiliares que se consideran fundamentales en la brillante estrategia militar del libertador, que le garantizaron la victoria en la Batalla de Chacabuco: dos fueron por Mendoza, una desde San Juan y otra desde La Rioja, comandada por el coronel del ejército del Norte Francisco Zelada y el coronel riojano, Nicolás Dávila.
El objetivo de esta última columna era ocupar el valle de Huasco y Copiapó, tomando a los españoles por sorpresa. La llamada Expedición Zelada-Dávila estuvo integrada por 350 hombres que debieron superar uno de los pasos más altos de la cordillera –casi 5000 msnm– para luego dividirse en dos columnas. Copiapó era un centro de desarrollo minero y Huasco el puerto chileno donde podían desembarcar las tropas realistas. Los integrantes de la expedición provenían de diversos lugares. El general Manuel Belgrano envió a sus mejores hombres del Ejército del Norte desde el cuartel general de Tucumán. Pero el aporte principal en hombres y pertrechos (aproximadamente el 90%) provino del gobierno de La Rioja, que contribuyó con 900 mulas y mil kilos de pólvora.
El 22 de enero de 1817, las filas partieron a la cordillera guiados por baqueanos que cruzaban regularmente a Chile arreando ganado. El 1º de febrero, la columna se dividió en dos. La de Zelada fue hacia Huasco y la de Dávila a Copiapó y el 12 de febrero de 1817 tomaron ambos objetivos sin encontrar mayor resistencia ya que el grueso de las fuerzas realistas combatía ese mismo día en Chacabuco.
Los hombres de Zelada y Dávila terminaron por retroceder al sur (buscando además incorporarse al ejército principal) pero serían capturados antes de lograrlo y liberados luego de la Batalla de Maipú.
La gesta de esta columna auxiliar representa un orgullo especial para los riojanos –después de todo, en ella sirvió nada menos que un joven Facundo Quiroga- y para conmemorarlo, todos los años se realiza una cruce simbólico de la cordillera en el que gauchos y funcionarios montan a caballo y se encuentran con sus equivalentes de la ciudad de Copiapó, a 5000 msnm, en el viejo paso de Come-Caballos.
Esta tradición que lleva ya 9 años y que el anterior festejos el bicentenario del cruce, es una muestra apenas de lo complejo y duro que el viaje debió significar. Al mareo y la descompostura por la falta de oxígeno se le suma el peligro de caminos empinados y peligrosamente pedregosos.
Pero es a esta altura que una aprecia la inmensidad del escenario y supone lo pequeños que esos hombres enormes deben haber sentido mientras cabalgaban a la grandeza.