El cantautor riojano Juan Arabel, presenta este viernes 12 de agosto en el Teatro Provincial, su nuevo disco “Un ínfimo hilo de luz”, en el que trabajó junto a numerosos artistas y en el que fusiona la vida y la zamba con el jazz. En esta nota te invitamos a conocer en profundidad la historia detrás del disco y las ideas detrás del músico.

Juan Arabel es un auténtico producto musical de La Rioja. Nacido en la capital pero con ambos padres provenientes del pueblo de Ulapes, Juan pasó la infancia viajando entre ambos lugares, llenos esos viajes de la poesía del “Pica” Juárez, a quien su padre admiraba y gustaba de explicarles esas letras llenas de magia a sus hijos. Fueron esas experiencias en familia las que nutrieron su amor por la música y lo hacían perderse tardes enteras en su habitación rasgando la guitarra.

En 2006 se fue a seguir sus estudios musicales en Córdoba y a buscar profesionalizar esa pasión. Lo lograría en 2010 con la salida de “Semillas” su primer trabajo discográfico que recopiló las canciones que había compuesto en el pasado y que comenzaría a posicionar su nombre entre la nómina de artistas de una nueva generación. Córdoba también la abriría la cabeza hacia un mundo musical más amplio, poniéndolo en contacto con la música clásica, el jazz, el blues. Esa curiosidad lo llevó por nuevos mares, mares desconocidos a los que sin embargo se atrevió a navegar para encontrar el rumbo de lo que es hoy su nuevo disco: “Un ínfimo hilo de luz”, un trabajo experimental donde Arabel se aleja de los ritmos en que se sentía cómodo para fusionar folclore con jazz.

¿Cómo le fue? El resultado de este esfuerzo, que le llevó más de cinco años, estará a la vista de los riojanos -o mejor dicho a sus oídos- este viernes 12 de agosto en el Teatro Provincial cuando se presente oficialmente el disco, en vivo y junto a numerosos invitados.

3Con una copia en nuestras manos y sin adelantar demasiado, podemos afirmar que se trata de una de las piezas musicales más interesantes que hayamos escuchado desde La Rioja en los últimos tiempos. En formato clásico de cuarteto de jazz (dos guitarras, contrabajo y batería) el disco presenta nueve temas en los que trabaja una increíble nómina de invitados: desde el eterno Ramón Navarro, pasando por Martín Molina Torres, Memi Vietto, José Tello, Nick Homes y la lista sigue y sigue.

A meros días de este gran estreno, Juan se acercó a Yo Rioja para chalar, compartir unos cafés y contarnos las peripecias de este, su nuevo trabajo.

¿Cómo nace el disco? ¿Cómo fue ese camino creativo?

El disco nace después de las últimas presentaciones del disco anterior: Semillas. En esa época ya había conocido a Fede Lucero con quien coproducimos el disco, habíamos entablado una amistad muy estrecha, en parte porque nos habíamos encargado de la música del proyecto solista de Memi Vietto. Congeniamos muchísimo y artísticamente teníamos intereses mutuos: él buscando cosas nuevas -que terminó encontrado en la música riojana- y yo encontré en él un nexo con otros estilos, como el jazz.

Empezamos a trabajar cuando yo lo convoco para un proyecto, que si me preguntabas en ese momento no tenía idea lo que podía llegar a ser; fue lanzarse a cosas nuevas: lenguajes nuevos, estéticas nuevas, una decisión radical. De a poquito, primero con canciones que habían quedado fuera de Semillas y que pedían otro tipo de sonoridad, otra concepción musical, fuimos trabajando en las primeras sesiones. Ya desde ese primer momento quedó plasmada la idea de musicalizar con guitarra eléctrica de media caja, bien jazzera, y guitarra criolla representando los géneros autóctonos.

1¿Cómo viviste el proceso de experimentar con nuevas músicas en el estudio?

Fue profundamente enriquecedor, pero eso lo noto recién ahora, en el momento fue sufrirlo la verdad…

¿Vos había incursionado fuera del folclore antes?

Bueno, si bien siempre fue muy natural para mi hacer música folclórica, nunca dije “yo soy folclorista”. No me interesa catalogarme bajo un estilo. Yo empecé a estudiar en Córdoba y ahí conocí un montón de música que me encantó, tuve la oportunidad de escribir música sinfónica, escribir música para coros, y lo hacía con la misma naturalidad con la que agarraba la guitarra para tocar con mis amigos. Nunca me sentí con la necesidad de diferenciar una cosa de la otra e incluso el disco Semillas posee elementos de otros estilos.

Me decías antes que había sido enriquecedor pero sufrido al mismo tiempo ¿En qué sentido?

Uno cuando se mete en cosas que no conoce, naturalmente se siente incómodo y lograr entender que esa incomodidad es sinónimo de crecimiento fue muy duro. Uno está acostumbrado a hacer las cosas que te sientan cómodo y cuando te metés en un universo del que no te sentís parte, eso genera mucho sufrimiento. Pero una vez que lo entendés es muy enriquecedor, más si lo haces tuyo.

Fue un desafío muy grande, pero estoy muy satisfecho con lo que quedó y ahora ya estoy buscando sentirme incómodo de nuevo, buscando otras cosas. Es una forma de concebir las cosas, que yo veo muy necesaria y por eso la inculco en mi trabajo docente: Manejarse en espacios que no te son conocidos porque de esa manera terminas conociéndote mejor a vos mismo.

Bueno, la música es arte y el arte debe estar siempre en ese movimiento constante…

Y sí, los productos artísticos más interesantes siempre nacen de la experimentación, de indagar, de ir un poco más allá. Yo aprendí eso en la universidad, aprendí eso en la calle, en los artistas que son mis referentes. De Pancho Cabral siempre admiré que tenga vidalas bluseras, canciones que armónicamente escapan a lo folclórico. Son búsquedas muy particulares de cada artista; uno entiende ese proceso, lo asimila y lo hace suyo. Yo quiero buscar, no donde buscó Pancho, tal vez en otro lado, para encontrar mi identidad.

Y con respecto a la temática del disco ¿Con que nos vamos a encontrar? Estuvimos escuchando el primer corte de difusión –Carnaval del amigo – donde se ve reflejada esa nostalgia del barrio y los amigos que son comunes en el folclore.

El disco se llama “Un ínfimo hilo de luz”, que es el título de una chaya que en el disco tiene una ubicación central: bajo ese lema se desprenden todos los conceptos a nivel poético y musical. Es una chaya con un contenido social un poco más profundo donde me permití decir cosas que yo siento y pienso pero que no venía diciendo antes. En Semillas no estaba este contenido y ahora empieza a parecer con otra relevancia. Este tema nació una tarde en que nosotros veníamos siendo influidos muy fuertemente por la megaminería contaminante y el rechazo que tuvo Famatina frente a eso. Ese despertar que tuvo en la sociedad riojana nos influyó en nosotros que reflexionamos nuestra posición de artistas: somos voceros de la sociedad en la que vivimos, cumplimos ese rol y además de expresar estos contenidos más introspectivos como son la nostalgia y el desarraigo, también debemos expandirnos a cuestiones más comunes a la gente como es el caso del pueblo que se levanta frente a las injusticias. Ese mensaje está englobado en “Un ínfimo hilo de luz”, que es ese hilito de esperanza que vez cuando todo parece oscuro y perdido. Hay una parte que dice “…cuando amanece por dentro ese canto popular, que empuja los hilos de tristeza y dolor, es cuando crece por dentro todo este cielo frutal y canta la vida la esperanza total…”, todo el disco está impregnado de ese concepto.

Siguiendo un poco con este tema, ¿Cómo te gustaría que tu música se relaciones con la sociedad?

Creo que hemos entrado en una época donde hemos entrado en una época donde tiene que haber una necesidad de reflejar artísticamente lo que sucede en la sociedad. Ha sucedido en otras culturas y otras épocas: Arnold Schönberg, un compositor que vivió entre las guerras mundiales, decía que si la sociedad está pasando por un momento muy feo ¿Por qué la música tiene que ser bella? Ahí nace un movimiento como fue el expresionismo, y trasladado al tiempo que vivimos ¿Por qué nos tenemos que catalogar en un género, en una estética si hoy vivimos en un mundo donde la información nos invade por todos lados? Vivimos en un mundo donde conviven muchos estilos: vamos a chayar y nos hacemos hacer remeras para identificarnos, se pasa cuarteto y no solo folclore, lo cual a mí me parece valorable. Es el reflejo de la sociedad, es lo que siente ese barrio. Es necesario con urgencia que la música tome partida por lo que sucede socialmente, que sea un reflejo directo. Para crecer culturalmente es necesario que pase eso.

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Los músicos: “Un ínfimo hilo de luz” contó con el laburo de Federico Lucero en guitarra eléctrica y acústica, coproducción, arreglo de canciones, preproducción, maquetación y dirección; Luciano Maro en contrabajo y Amaro Ferraris en batería. Se convocó a Rubén Ordoñez para la grabación, mezcla y mastering y la producción de una sola canción –Para renovar los días-. Se invitó a Ramón Navarro padre para un recitado y a Ramón hijo para cañas andinas, al “Negro” Cortés, a Martín Molina Torres, Memi Vietto en coros, Josho Tello en bombos y cajas chayeras, Lucas Millicay, Nick Holmes, Clara Presta acordeón,  ya Joel Lichtenstain y Gonzalo José.