Por las tardes, el primer piso de la Escuela Normal Pedro Ignacio de Castro Barros se llena de notas, tonadas y música; violines, saxofones y timbales suenan por todos lados de forma desordenada mientras afinan, practican y ensayan. Se trata de la Orquesta Infanto-juvenil “Maestro Montivero” que se acomoda pasadas las seis de la tarde para intentar crear algo nuevo.

La Orquesta surge como una institución con una oferta educativa que La Rioja no conocía. Al principio, en 2010, fueron apenas ocho chicos los que  se animaron a venir, algunos con poco conocimiento y otros con nada pero todos buscando hacer algo diferente a lo que normalmente se ve en otro lugar. En esos tiempos se alternaba constantemente entre la Escuela Normal y la Vieja Estación (la antigua estación de trenes, hoy devenida en centro cultural) o donde sea que el Ministerio de Educación pudiera ubicarlos ya que dependen de la Supervisión de Música de este ministerio.

La necesidad que creó a esta institución musical en La Rioja surge del anhelo de quienes creen que una sociedad como la nuestra debe tener un semillero de alumnos que algún día lleguen a una Orquesta sinfónica. Es, por cierto, una de las patas que le faltan culturalmente a La Rioja, porque esta es una provincia muy fuerte en estilos populares como el cuarteto y el folclore, con ballet, coros, bandas y destacados solistas, pero la música sinfónica, la música académica, sigue siendo una materia pendiente.

Las dificultades para alcanzar esto son muchas y muy profundas, según nos cuentan Roberto Maldonado, el responsable de la Orquesta, y Gustavo Puga, uno de sus directores. “Estar al frente de una formación de orquesta sinfónica es difícil, primero porque la sociedad misma no está preparada para escuchar este tipo de música, no hay gente que los vaya a ver salvo los familiares de los chicos”, comenta Puga.

“En los secundarios antes no tenían casi nada de contenido musical y eso genera una deficiencia”, reflexiona Maldonado, pero aclara: “los chicos que pasaron por la Orquesta nos han sorprendido muchísimo. Luego de pasar los primeros momentos, de que el alumno se apropie del instrumento, se empieza a caminar con él y son capaces de tomar desafíos muy grandes”.

Desde sus magros pero pujantes comienzos en 2010, la Orquesta ya está constituida en una escuela. Al cabo de un tiempo debieron pedirle al Ministerio de Educación ayuda para acomodar a 30 chicos y luego a los 120 que la forman hoy. Estructuralmente está dividida en una orquesta elemental llamada “Crescendo” y otra más avanzada, la “Maestro Montivero”.

En ese sentido la escuela se maneja con un taller de iniciación para los chicos de 6 y 7 años en el que se vive una experiencia más lúdica con la música, una etapa muy vivencial. Desde los 8 años a los 17 o 18 (fin del secundario) hay dos niveles en los que ya tienen clases de instrumentos, práctica orquestal, canto y solfeo, este último es básicamente aprender a decodificar la música, leerla desde la partitura, algo que según nos dicen los directores es lo que les abrirá las puertas en cualquier otra orquesta o grupo del que quieran formar parte.

Tanto Maldonado como Puga sostienen la importancia de que los chicos se interioricen también con la cultura y la historia detrás de la música: esto es importante porque al abordar una obra, si el intérprete sabe porque y cómo se realizó esa pieza, la va a interpretar distinto.

Luego de pasar unos dos años en la Orquesta, muchos de los alumnos están ingresando al secundario e inspirados por la Orquesta, eligen el Colegio Polivalente de Arte. En muchos casos este es el fin del vínculo con la orquesta, pero en muchos casos, los chicos deciden caminar juntos y alternar. De hecho, Maldonado relata con orgullo como muchos pibes que están realizando las prácticas profecionalizantes (que reciben al final del secundario) eligen hacerlas en la “Maestro Montivero”. “Si vuelven es porque algo bueno hubo”, sostiene Maldonado.

No todo es abundancia en esta orquesta. Faltan instrumentos esenciales para una sinfónica y también profesores que conocimientos  específicos sobre instrumentos específicos –“un profesor de saxo no puede enseñar el fagot, por más que se le parezcan”, dice Puga-. Hoy la nómina de docentes está alrededor de los 20 para instrumentos como la viola el violín y el violonchelo, instrumentos de percusión y de viento.

Para completar lo que falta es importante la ayuda y el aporte del Ministerio de Educación, quienes junto con los padres de los chicos son el principal sostén de todo esto. La relación con la Orquesta Maestro Montivero ha variado de intensidad con los años pero vale la pena destacar la importancia que la ha dado el ministro Juan Luna, quien como explican los directores, se interesó desde el primer momento. Fue el quien logró conseguir los timbales (instrumento de los más caros de una orquesta) xilphones y contrabajos, y prontamente se encargará de conseguir un oboe.

Se enmarca además en toda una serie de políticas educativas que apuestan a marcar la enseñanza y aprendizaje mediante orquestas y coros, juegos interescolares, feria de ciencias, olimpíadas de matemática que generan aprendizaje tanto dentro como fuera de las aulas. Si antes mencionábamos los problemas que hay para generar cultura, entonces es una tarea que debe involucrar a docentes, alumnos y padres en el hogar.

La Orquesta Montivero es un ejemplo de que esto funciona. Si bien falta, sus integrantes no dudan en nombrar todas las participacione

 

s que se han dado en estos nueve años como el Concierto Federal de Tucumán, los festivales de Quilino y Dean Funes y el hecho de que algunos de los chicos formados aquí hayan tocado con la Orquesta Juvenil Argentina en el Teatro Coliseo y otros con la Orquesta infantil Argentina en Catamarca.

La Educación riojana está en un claro movimiento, porque se han profundizado accionares positivos como la Maestro Montivero que formar al riojano del futuro. Para esto se necesita trabajo duro y apoyo constante de toda la sociedad: desde sus autoridades gubernamentales a los padres, tíos, abuelos, dando aguante en casa. Solo así se puede llegar lejos.