Casi escondido en una esquina de la ciudad, el Museo Folklórico de La Rioja es una gran casa solariega, un patio amplio rodeado de habitaciones que intentan contar pequeñas historias de aquí y de allá. En esta nota elegimos diez de las más interesantes y pintorescas curiosidades que encontramos allí.
Una Casa con Historia:
El Museo está situado en una vieja casa solariega de típico estilo colonial que perteneció a la familia Pazos Moreira, quienes llegaron de España en el siglo XVIII y construyeron originalmente los dos primeros zaguanes de la casa seguido de un amplio patio/finca con viñedos. A medida que empezaron a arribar de Europa los demás familiares, la casa y el barrio se fue expandiendo. Se dice que en cierto momento de la historia, toda la cuadra pertenecía a los descendientes de los Moreira. Los descendientes terminaron vendiendo la casa en 1969.
Para que los Muertos no Salgan:
Como buena familia colonial acaudalada, los Pazos Moreira eran muy devotos del catolicismo. Gustaban además de recolectar y rescatar diferentes esculturas y piezas de iglesias en ruina y montarlas en su propia capilla en una de las habitaciones de la casa. Así fue como se salvaron un púlpito de una iglesia de San Blas de los Sauces y un gran altar de la Virgen India de Sanagasta. Pero el objeto más interesante es un guardatumbas, una estructura de hierro como una reja, pero cuya misión no era evitar que alguien entre a la tumba, sino que algo salga de ella. Sí, según cuentan, los Pazos Moreira creían en el mito popular de que si alguien moría “mal” su alma podía penar por toda la eternidad. Entonces colocaban esta jaula bendecida para evitar que deambule algún pariente, hasta llegado el momento del ascenso del alma al más allá, generalmente 3 o 4 días después de enterrado.
La Leyenda de las Rosas:
Entre la parafernalia religiosa que coleccionaban los Pazos Moreira, hay unas viejas estatuillas peruana de San Vicente Ferrer y de Santo Domingo de Guzmán, el fundador de los dominicanos y creador del rosario. Hay una historia que se cuenta en el museo que es parte del folklore de esa orden y es esta: un monje dominico que no sabía leer y escribir, decidió que cada tarde rezaría simplemente recitando un ave maría por cada uno de los 150 salmos de la Biblia. Al día siguiente de estos rezos, los demás hermanos de al orden se encontraban con la capilla totalmente impregnada con el olor de rosas frescas. Un día, el hermano analfabeto enfermó y este aroma dejó de sentirse, cuando finalmente falleció y fue velado en la nave principal del monasterio, súbitamente se materializaron 150 rosas frescas de la nada. Un milagro.
Vestimentas de Fe:
Muchos conocen la tradición del Tinkunako, única en La Rioja, con San Nicolás, el Niño Alcalde, lo Allis y los Alfereces. Pero ¿Cuánta gente sabe lo que significan las vestimentas de estos cófrades? Los Allis simbolizan a los pueblos originarios y utilizan espejitos para reflejar el rostro de los españoles y demostrarles que eran tan humanos, inteligentes y dignos como el mejor de los españoles. Los Alféreces representaban a los españoles, los guardianes de San Nicolás. Los alféreces portan unos estandartes muy curiosos con bolas de fieltro cuya cantidad varía. Estas son exvotos, agradecimientos para el santo por alguna promesa cumplida o favor recibido.
Asunto Separado:
En los tiempos coloniales, el señor y la señora de la casa dormían en aposentos separados, y bien separados el uno del otro. Cada uno con acceso rápido a la calle para poder hacer y deshacer a gusto y, se entiende, hacer entrar compañía sin que el otro se enterase. En el caso de los Pazos Morerira, el señor tenía su habitación cerca de la puerta de entrada principal, pero la señora, que debía salir por la trasera, tenía una habitación enorme donde colocaba telares y demás maquinas hogareñas. Entre la piezas que se heredaron de la familia hay un “maridito” de madera, un tronco de madera dura, casi petrificada, que se calentaba en el hogar y se colocaba bajo las sabanas para calentar los pies de los señores.
Poncho Verdadero:
Según nos cuentan en el Museo Folklórico, el verdadero poncho tradicional riojano no es ese rojinegro que fue presentado oficialmente hace unos años. El real se encuentra en la gama de los marrones más el blanco y para ser tradicional y representar a cualquier provincia, el poncho tiene que tener más de 100 años, algo que es acreditado por las borlas que cuelgan al final del tejido, una por año de la tradición de ese estilo.
El Robo:
Donde anteriormente se cree que estaba la capilla familiar, luego se supo armar allí la sala de platería con consistía en varias vitrinas con exquisitos mates, facones, boleadoras y monturas y demás artículos de plata real. Allí también había una réplica del estudio de un platero profesional, con muebles y herramientas donadas por Pedro Fonteñez, famosos orfebre de La Rioja. Esa habitación no existe más. Sus tesoros fueron robados una madrugada de julio de 2007, cuando unos ladrones entraron por la puerta principal y se llevaron 48 piezas con un valor de $70.000. Jamás se recuperó nada de los sustraído y de la vieja sala de platería quedan fotos y las viejas herramientas de Fonteñez una vitrina solitaria, fuera de lugar.
Dioses y Leyendas:
La Sala más famosa del museo es la de Divinidades Diaguitas, creadas por el escultor Marino Córdoba. Córdoba creo la colección siguiendo el famoso trabajo de investigación de Zacarías Agüero Vera (breve gobernador de La Rioja) que enumera y explica a los dioses, espíritus y duendes de los pueblos originarios que habitaron la región. La colección, que data de los años 60´s, hizo famoso al escultor costeño con sus representaciones de la Pacha Mama, Llastay y, sobre todo, el Mikilo. La representación que Córdoba hizo de este espíritu maligno ha quedado establecida en el imaginario colectivo de todos los riojanos.
Bailando con el Diablo:
En esta misma sala, sobresale un conjunto escultórico de pequeñas estatuillas. Estas son escenas de la Salamanca riojana, el aquelarre del diablo. Es una leyenda española que al ponerse en contacto con los nativos se mezcló con sus propias tradiciones animistas. La Salamanca son lugares que marcan lasa entradas a los infiernos y por ende son usados por las brujas para misas negras y para que hombres y mujeres vendan su alma al diablo. Como un ballet de perversión e inmoralidad, las estatuillas de Marino Córdoba describen orgías, sacrificios humanos, zoofilia y canibalismo, así como las pruebas que los suplicantes debían pasar para obtener los favores del Zupay, el diablo medio europeo, medio indio. Por si a alguien le interesa, la Salamanca riojana estaba en Sanagasta, entre el pueblo y el Huaco.
Promesas y Promesantes:
Se dice que quienes aguantaban los suplicios de la Salamanca, salían con un alma menos pero algún talento de más. Desde siempre se ha rumoreado que grandes deportistas, jugadores, artistas y empresarios, habían cambiado su suerte tras pasar por las garras del diablo. Se ha dicho eso de Carlos Gardel y que su muerte prematura no fue más que el acreedor cobrándose la deuda. En La Rioja, uno de esos artistas sobre quien pesaba la leyenda negra fue Roberto Paz, popular trovador y folklorista que abundaba con su música por la ciudad. Paz era ciego y se dice que su talento con las serenatas era sobrenatural, enamorando a las mujeres y alegrando el corazón de los deprimidos. Tras su muerte, su recuerdo se fue diluyendo cono grano de sal en el mar.